La verdad es que llevo tiempo queriendo escribir este post, pero no sabía muy bien por donde empezar…
Cuando vas a tener tu primer bebé, si ya de por sí estás un poco desorientada y no sabes muy bien por donde van las cosas, imagínate cuando a falta de mes y medio te dicen que estas de parto… ¿Qué? ¿Cómo puede ser? ¡Si no me ha dado tiempo a hacer la preparación al parto completa! ¡Si no he leído ni preguntado todo lo que quería! ¡Sí ni siquiera he comprado el carrito! Sí… Ya está, no hay vuelta atrás, íbamos a pasar por algo que no entraba dentro de nuestros planes: tendríamos un bebe prematuro.
Sofía nació de 34 semanas, y pese a que todo apuntaba a qué iba a pasar por una cesárea, consiguió nacer por parto «natural» (al ser prematura y sin fuerzas, y cuando el corazón empezaba a oirse mas bajito, las palas ayudaron en su nacimiento porque los médicos no podían esperar más)
Una de las cosas más duras que recuerdo, es cómo se llevaban a mi niña directa a la incubadora, menos mal que por lo menos pude darle un beso entre lágrimas…
La incertidumbre de las siguientes horas fue horrible. Le tenían que hacer muchas pruebas para determinar el estado de la prematuridad, y nosotros seguíamos sin poder verla.
Al día siguiente cuando por fin pudimos entrar al nido, fuimos realmente conscientes de lo que significaba tener un bebé pretérmino. Entre medidas higiénicas nos explicaron una serie de normas a seguir, y cuando me dijeron que no podría ni tocar ni coger a mi hija en varios días, se me vino el mundo encima. Era lo que más deseaba en el mundo y sin embargo tenía que conformarme con verla a través de un cristal.
La peque nació antes de que se le desarrollara por completo el sistema respiratorio y necesitó de una cámara de oxígeno especial durante 4 ó 5 días, además de una sonda en la nariz por donde recibía el alimento (en este caso mi leche materna extraída con sacaleches).
Al nacer pesó 2,080gr. pero durante la primera semana ingresada llegó a pesar 1,800gr. La política del hospital decía que hasta que no llegase a los 2,200gr. no podríamos llevárnosla a casa, y cada día que pasaba veíamos más lejos el día del alta.
Si sólo hubiera sido por el peso, Sofía habría sido dada de alta a las dos semanas de nacer, pero el destino nos tenía preparada otra prueba: con dos semanas de vida y casi llegando al peso ideal, la tuvieron que trasladar de urgencia a una UCI neonatal por una taquicardia paroxística, y necesitaba tener a un cardiólogo de guardia con ella 24 horas al dia.
Estos episodios se repitieron durante 3 semanas más, yo estaba en un hospital a media hora de casa, casi sola todo el día en la UCI porque su papá trabajaba y yo me pasaba las horas sin despegarme de su lado. Fue algo agotador porque ningún médico sabía a ciencia cierta cuando le podrían dar el alta, ni daban con la dosis adecuada de medicina para que no se le repitieran las taquicardias.
Nos os puedo explicar la sensación de alivio y respeto cuando nos dijeron que podríamos llevarnos a nuestro bebé a casa con revisiones periódicas de pediatras de prematuros y cardiólogos, pero eso no importaba, por fin tendríamos a nuestra niña en casa, mes y medio después de que naciera.
Sofia estuvo tomando medicamentos para la cardiopatía durante año y medio y parece que a día de hoy tengo a una niña sana y un poco locatis correteando y jugando como cualquier niño de su edad, nadie diría que ha pasado por todo eso.
Ellos no recuerdan nada, pero los padres arrastramos el susto de por vida.
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